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notas artes visuales


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URUGUAY
El arte de perder

Texto publicado en Brecha, Montevideo.
También un análisis por Buk.

Rodrigo?

–¿Cómo andás?

–Bien. ¿Seguís con el geriátrico?

–No. Te hice caso. No era para mí. ¿Y vos?, ¿seguís con los pacientes?

–Cada vez son menos. No sabés lo dura que está la Argentina. Entré en el trueque. Yo te psicoanalizo, vos me arreglás el baño. No es muy ortodoxo, pero qué le vamos a hacer. A veces la realidad te derrumba la puerta. Volví con Pedro. Está acá. Te manda saludos.

–El problema de que te derrumben la puerta es que hasta el muerto se te cuela.

–No seas malo. Está todo bien. Pero no te llamo por eso. El otro día vi a Jaime Roos en la tele y pasó algo que no entendí. Me dije: tengo que llamar a Rodrigo.

–Y pensar que antes subestimabas mi clarividencia...

–No mientas, que nunca te subestimé. Lo que pasó es que Jaime fue a almorzar con Mirtha Legrand y en un momento ella le dice: "Esta música rioplatense que vos hacés...". Y Jaime le contesta: "No es rioplatense. Esta música es uruguaya".

–Increíble.

–Mirtha lo disimuló, así, como es ella, pero yo me quedé pensando, ¿no? ¿Qué les pasa a los uruguayos? ¿No son rioplatenses? ¿No vienen acá, a triunfar?

–Laura. Escuchame bien. Lo que dijo Jaime, y lo que vos captaste de lo que dijo Jaime, debería ser recordado como fecha patria de la orientalidad, con decreto de día feriado.

–No te entiendo.

–Laurita, ya bastante resignaron con el tango. ¿O vos te creés que todo el despelote de Gardel es por Gardel? Acá joden con Tacuarembó, pero tampoco es Tacuarembó. Es lo que te dijo Jaime: mirá que yo, soy el otro. Así, como un poema de Rimbaud. ¿Y ahora te asombra que no entreguen el candombe? Decime: ¿cuándo en nuestra perdida y popular infancia escuchamos un candombe, como no fuera aquel que cantaba Castillo con una mano cruzada en la cara y nos hacía matar de risa?

–¿Y qué tiene? Si es rioplatense pertenece a los dos lados.

–En los papeles, Laura, en el sello de un correo que nunca existió. ¿O vos escuchaste un tango que dijera, aunque más no fuera: "Montevideo, princesa del Plata"? Lo que pasa es que como a Jaime ahora le va bien, allá, y tiene a los porteños meta ritmo, letra y canción, lo abrazan como diciendo: pero si vos naciste en Villa Crespo. Y el tipo la tiene clara. El tipo se para y dice: ya nos cagaron con el tango. Otra vez no. ¿Y querés que te diga? Me parece formidable.

–Detesto el chauvinismo.

–No es chauvinismo, Laura. Es algo más delicado. Vos, que sos una mina inteligente, lo vas a comprender. ¿Viste cómo saca pecho, ahora, Cavallo? Los demás están muertos, ¿no? Entonces el hombre se para y saca pecho. Es la esperanza argentina. Y la esperanza argentina es el orgullo, porque va siendo lo único que queda. La esperanza argentina es Domingo Cavallo sacando pecho y su orgullo de tierra arrasada. Pero nos jodió una vez, cuando hizo pública la deuda privada durante la dictadura, nos jodió otra vez cuando vendió hasta el farol de la esquina, y nos va a volver a joder.

–Me gustaría decirte que eso se verá, pero...

–Bueno. Olvidate de eso, ahora, y quedate con el orgullo del pecho inflamado. Nada más alejado del orgullo uruguayo.

–¿Cómo? ¿Vas a decirme que no sacan pecho, allá?

–Claro, pero no te hablo de la retórica fácil ni del petiso gallito. Te hablo de algo que viene de más abajo.

–De abajo de las piedras.

–De abajo de las piedras. ¿Sabés cuál es el orgullo uruguayo? El de la derrota.

–Cada vez te entiendo menos. ¿De qué hablás?

–De que los uruguayos sienten no respeto, amor, por un gaucho derrotado que se fue a morir a Paraguay. No es, digamos, San Martín, el conquistador de América. Es un tipo que soñó con algo grande, y perdió, lo jodieron, o se dejó joder, y se mandó a guardar. Ese es el padre de esta patria.

–Un vencido.

–Si querés. Pero con él los uruguayos aprendieron a irse, a retirarse, a perder. Y no es lo mismo hacerlo de una manera que de otra.

–¿Vos estás seguro de lo que decís?

–Ángel del cielo, qué más quisiera. Te digo lo que me parece.

–Bueno, pero decilo bajito, porque si te escuchan me parece que te van a echar.

–Mirá, acá, hace poco, se murió Tola Invernizzi. Un pintor. Y en ese exceso de cariño con que la gente lo colmó, uno dijo: "El Tola era la reencarnación de Artigas". No sólo el perfil, la nariz, parecida. ¿Sabés por qué? Porque el Tola votaba con los indios. Nunca con los yanquis. Siempre del lado del que perdía. El tipo acompañaba en la derrota, y la conocía. Y la derrota anda en la gente de este pueblo, Laura, desde hace mucho tiempo. Es más, se hizo en la derrota. Está macerado en las causas perdidas como en una frase de Onetti. Pero no te confundas, no es perder así no más. Perder cualquiera pierde. El asunto es cómo.

–Si perdés, perdés. ¿A quién le importa cómo?

–Al uruguayo le importa. Aunque parezca extraño, este país ha construido su orgullo sobre el arte de perder. Y te digo más: es lo que lo mantiene unido.

–Entonces, cuando pierden un partido de fútbol ¿salen a celebrar?

–No, pero depende cómo hayan perdido. A veces festejan cuando casi ganan. A veces celebran si perdieron bien. ¿Oíste hablar de Obdulio Varela? Fue el Maradona del Maracaná. ¿Y qué dijo el tipo? "Perdimos cien veces con Brasil y ganamos una." Y te digo otra: "Si sabía que les iba a causar tanta tristeza a los brasileños, no les ganaba".

–Increíble.

–Mirá. La murga uruguaya tiene tres momentos: presentación, cuplé y retirada. ¿Qué recuerda de las murgas, la gente de este país? La retirada. No te cantan el cuplé. No te cantan la presentación. La gente te canta la retirada de Los Patos, de la Falta y Resto, de los Asaltantes con Patente del año de la abuelita... ¿Entendés? La grandeza, el despliegue, el momento emocionante no está en el encuentro, está en la despedida, que por una curiosa voltereta uruguaya, es el verdadero encuentro.

–No sé qué decir...

–Vas entendiendo. Ahora agregale el orgullo de Timoteo Domínguez cuando entregó la Martín García a los argentinos. Había que irse, pero no así no más.

–¿Qué hizo?

–Le cortó el mástil a la bandera uruguaya y dijo: "Esta bandera no se arría ni se entrega". Se la cargó al hombro y se fue. ¿Me seguís? Lo aplaudieron.

–¿Pero de qué les sirve?

–Los mantiene unidos. En la derrota. Y yo te aseguro que Brasil y Argentina pueden joder a Uruguay de mil maneras, pero este pueblo es una roca indestructible. Sabe cómo perder. Se ha hecho fuerte en la debilidad (...)

–No lo imaginaba.

–Es raro. Parece inútil. Yo qué sé para qué sirve. Para ganar quizá no. O a lo mejor, quién te dice. (...)

–Parece de ciencia ficción. Pero decime una cosa, ¿qué tiene que ver todo esto con Jaime Roos?

–Que cuando el tipo le dice a Mirtha que esta música es uruguaya, le está poniendo el pecho, Laura. Pero no para sacar pecho. Es la voz de la derrota la que habla. Y por una vez, gana

Publicada por revista Brecha, Montevideo.

 

 

"Victoria Abaracón" es uno de los viejos temas de Roos que

más me pega, y sí, pensándolo bien, da como para musicalizar algún pasaje de

un corto.

me parece que tenés razon en eso de los pintores. Es como si los del otro

lado del río tuvieran más conciencia de desde donde pintan, mientras que los

de aquí se la pasan mirando que hacen en el norte....

y sí... cuando uno (ya medio avanzado en años) piensa en Montevideo, se le

escapa un lagrimón....

buk

En Uruguay hay un "aire" especial.

Montevideo, en particular, va unido a una música única, de la cual, a mi

ver, Jaime Roos es la mejor expresión. Además, y quizás suene de viejo de

mierda esto que digo, me parece que el Jaime resume en una misma expresión

musical toda la música que marca a nuestra generación. Quiero decir: la

herencia beat (aún cuando, en mi caso, los cuatro flacos esos no me

conmovieron nunca), los desarrollos poéticos y armónicos de cierto rock

argentino, el tango (después de los 30, indefectiblemente, nos acercamos al

tango, que lo parió...), el candombe y la murga (esto para los uruguayos, en

especial).

si escuchás el último CD de Roos, Contraseñas, que son casi todas canciones

de músicos montevideanos, y sólo una o dos de él (cosa rara, porque en sus

discos prácticamente todas las canciones son letra y/o música suya), te

decía, si lo escuchás, cerrá los ojos y vas a ver y respirar a Montevideo.

Las historias del puerto ("Calle Yacaré"), los atardeceres en los barrios

("Voces"), el Montevideo suburbano, casi rural ("El loco Antonio"), la

bohemia de los bares de la 18 de Julio ("Biromes y servilletas"), todo eso y

mucho más aparece en ese CD.

hace pocos meses reeditaron en 5 CDs los 10 mejores discos de Roos, y

encima, remasterizados, con lo que uno aprecia mucho mejor, tanto la

evolución musical del tipo, como la música en sí misma, además de las

letras, claro. Sin duda, de esos 5, me quedo con los tres primeros, donde la

clave pasa, en función de mis preferencias, por "contar historias". Ahí

está, me parece, el gran mérito de Roos: cuando canta, cuenta historias,

casi como Jacques Brel, pero con fondo que mezcla a Lennon con la murga, a

Goyeneche con Zitarrosa.

el Montevideo de Roos es, justamente, el Montevideo que me gusta. Ese que es

"moderno", pero al mismo tiempo tradicional. Es el Montevideo que se banca

el shopping de Punta Carretas y lo fashion de Pocitos (claro que un fashion

digerible, no el fashion berreta de Buenos Aires), pero cuya esencia está,

sin dudas, en los bares del puerto, en los cafés de la 18 de Julio, en las

viejas librerías "Papacito", en los atardeceres en la vereda de "La Pasiva",

tomando cerveza "Norteña", en las noches de chivitos y más "Norteña" en

alguna mesa del "Chivito de oro", en el blues de "La guarida del lobo", en

la madrugada de Plaza Cagancha, sentado sólo bajo una farola, en los

domingos a la mañana en la feria de Tristán Narvaja. Y claro, también ese

Montevideo tiene a su gente. Una gente especial, tranquila, agradable,

sincera... y con una mujeres impresionantes: lindas, pero no al estilo

argentino, sino de una belleza apacible, que se hace irresistible por su

dulzura.

en ese ambiente, donde la iglesia católica históricamente tuvo poco peso,

donde la universidad está muy metida, donde la población siempre tuvo franco

acceso a la educación básica, donde la administración pública no es

menospreciada, en ese ambiente, te decía, es obvio que se generaría una

movida cultural muy interesante.

alguna vez, en una vieja incursión chatera, me levanté a una pendex de por

allí, hija del que -luego supe- es el pintor vivo más importante del

Uruguay. La mina tenía una carga artística impresionante, con facilidad

tanto para la lectura y la escritura, como para -obviamente- la pintura y el

dibujo. Me decía que unos cuantos maestros le instaban a que expusiera, pero

ella no quería, pues aspiraba a trasar su propio camino y no a ser "la hija

de...". Su grupo de amigas también era como ella, muy dinámicas,

emprendedoras (y muy fuertes, como ella....). Por su intermedio conocí

bastante de esa vida cultural montevideana, y como te pasa a vos, quedé

sorprendido por la intensidad de la misma. Sorprendido y con cierta envidia.

me parece que Buenos Aires y los porteños (nosotros) tienen bastante que

admirar en lo que hay en la otra orilla del río, y deberían cruzarlo cada

tanto, como para no seguir mirándose el ombligo y aprender la grandeza que

hay en la humildad de los uruguayos.

te mando un abrazo

buk

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